Un día
de abril del año 2000, el multimillonario asesor de inversiones Eric Packer
decide cruzar la ciudad para un corte de pelo. Pero la ciudad está colapsada
por la visita del Presidente… Y por el funeral de una estrella del rap sufí (en
serio)… Y por una manifestación política
que suelta batallones de ratas en los restaurantes y en los vestíbulos de los
hoteles…
Así, en
un atasco permanente, se suceden las escenas, de forma no lineal, sin referencia
al tiempo (se supone que transcurre un único día) ni, a veces, al espacio.
La ventana de la limusina en la que viaja Eric parece una pantalla de
televisión en la que mirar el mundo real y sirve para abstraer a los personajes
de la trama principal (aunque hablar, con propiedad, de trama principal es un tanto arriesgado).
Mientras, en el interior del coche, los
monitores arrojan gráficos de barras y actualizaciones de mercado, Eric se
reúne con su experto en tecnología para comprobar que sus sistemas informáticos
son seguros o con su mujer, una poetisa con la que se ha casado por dinero.
Mantiene conversaciones que rozan el absurdo (la rata deviene en moneda de
curso legal), u otras sobre excitación sexual en medio de un análisis de
próstata. A la vez, intenta comprender el comportamiento del yen.
La
limusina en la que viaja se sitúa en medio de una violenta revolución
anarquista. Eric, tras practicar sexo con una de sus guardaespaldas, le pide
que lo electrocute con la pistola paralizadora. Después, encuentra a 300
personas desnudas esparcidas en la calle. Es el rodaje de una película. Allí
encuentra a su mujer y hacen el amor.
DeLillo
es un creador de imágenes y momentos a lo que hay que añadir cierto delirio
surrealista. No es un mundo fácil el de este autor pero puede ser adictivo. Y
este es el material que filma Cronenberg con “el vampiro” Robert
Pattinson como protagonista. Esperaremos.
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