lunes, 3 de septiembre de 2012

El rey pálido, de David Foster Wallace (parte 2)


El rey pálido es como una película coral en la que cada personaje está filmado de forma distinta. Uno de estos personajes protagoniza el capítulo 22, que es casi otra novela (una nouvelle de 95 páginas) con planteamiento, nudo y desenlace. Allí, entre el conflicto generacional de la década de los 70, el consumo de drogas  y reflexiones sobre el ser humano del tipo la mayoría de gente es narcisista y está predispuesta a las ilusiones de que ellos y sus problemas son especiales de una forma única y de que ellos se sienten de una manera determinada y está claro que no hay nadie más que se sienta de esa manera; se cuenta el paso del nihilismo adolescente a llevar a cabo una elección significativa en el mundo real. Incluye algunas lecciones básicas de economía,  que parecen adecuadas y pertinentes para los tiempos que corren. A continuación, el primer artículo de economía de El tercer lunes.


Extracto del capítulo con frases literales del libro:

En medio de una recesión económica una política fiscal inadecuada puede agravar dicha recesión. Un caso práctico (sucedido en los USA a finales de los 70): cogieron el impuesto estatal sobre las ventas (¿similar al IVA?) y lo hicieron progresivo en lugar de proporcional. La idea era que cuánto más compraras más impuestos pagarías. Se trató de una cagada enorme en materia de política fiscal. Una regla fundamental de la implantación eficaz de las leyes fiscales es acordarse de que el contribuyente medio siempre va a actuar movido por su propio interés monetario. Esto es una ley básica de la economía. En cuestiones impositivas, el resultado es que el contribuyente siempre hará lo que la ley le permita a fin de  minimizar sus impuestos. No es más que la naturaleza humana. Un impuesto progresivo no puede ser algo que se subdivida con facilidad. El resultado fue que la venta al público se sumió en el caos. En los supermercados los clientes ya no compraban tres bolsas grandes de comida y aceptaban pagar un 6, un 6,8 y un 8,5 por ciento respectivamente por aquellas partes de su compra que superaban los 5$, los 20$ y los 42,01$; ahora estaban motivados para estructurar su compra de alimentos en forma de numerosas compras por separado de 4’99$. Así pues, de pronto todo el mundo entraba en la tienda y hacía una compra de menos de 5$, a continuación se iba al coche, metía la bolsita y volvía a entrar para hacer otra compra de menos de 5$, y llevársela al coche,  y vuelta a empezar. Las colas para pagar en el supermercado empezaban a llegar hasta el fondo mismo de la tienda. En las gasolineras los conductores se veían obligados a esperar a que la gente que tenían delante intentara poner 4’99$ de gasolina, entrar corriendo a pagar, volver a salir, poner el surtidor a cero, meter otros 4’99$ y vuelta a empezar. Los bancos vivieron una demanda enorme de billetes de un dólar y monedas. Lo peor vino cuando los negocios emprendedores vieron una nueva oportunidad y empezaron a usar el eslogan “¡Subdividible!” como incentivo a las ventas. Incluyendo, por ejemplo, a los vendedores de coches usados que estaban dispuestos a venderte un coche en forma de aglomeración de pequeñas transacciones separadas correspondientes a un parachoques delantero, la bobina de un alternador… De manera que la compra quedara estructurada en forma de miles de transacciones individuales de 4’99$. Técnicamente era legal (…); pero creo que fue también cuando los agentes inmobiliarios adoptaron la práctica de subdividir cuando las cosas se hundieron de verdad. Los sistemas de procesamiento de datos empezaban a fallar; el impuesto progresivo sobre las ventas produjo un auténtico tsunami de datos de ventas subdivididas y ahogó la tecnología existente. La medida fue revocada en menos de cuatro meses. Aquel periodo había supuesto un desastre absoluto para el comercio al por menor; la temporada de compras de Navidad de 1977 fue una pesadilla que todavía hoy, tantos años después, la gente sigue comentando.

Mmm… Esta historia me hizo recordar cierta situación actual con ciertas medidas actuales… Vale, las frases subrayadas son una perogrullada pero, a veces, falta tanto sentido común que no está demás remarcar algunas ideas obvias. Se han usado 717 palabras. El protagonista del capítulo 22 estaría orgulloso. 

(CONTINUARÁ)

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