El rey pálido es como una película coral en la
que cada personaje está filmado de forma distinta. Uno de estos personajes protagoniza
el capítulo 22, que es casi otra novela (una nouvelle de 95 páginas) con planteamiento, nudo y desenlace. Allí,
entre el conflicto generacional de la década de los 70, el consumo de drogas y reflexiones sobre el ser humano del tipo la mayoría de gente es narcisista y está
predispuesta a las ilusiones de que ellos y sus problemas son especiales de una
forma única y de que ellos se sienten de una manera determinada y está claro
que no hay nadie más que se sienta de esa manera; se cuenta el paso del
nihilismo adolescente a llevar a cabo una elección significativa en el mundo
real. Incluye algunas lecciones básicas de economía, que parecen adecuadas y pertinentes para los
tiempos que corren. A continuación, el primer artículo de economía de El tercer
lunes.
Extracto del capítulo con frases literales
del libro:
En medio de una recesión económica una
política fiscal inadecuada puede agravar dicha recesión. Un caso práctico (sucedido
en los USA a finales de los 70): cogieron el impuesto estatal sobre las ventas
(¿similar al IVA?) y lo hicieron progresivo en lugar de proporcional. La idea
era que cuánto más compraras más impuestos pagarías. Se trató de una cagada
enorme en materia de política fiscal. Una regla fundamental de la
implantación eficaz de las leyes fiscales es acordarse de que el contribuyente
medio siempre va a actuar movido por su propio interés monetario. Esto es
una ley básica de la economía. En cuestiones impositivas, el resultado es que el
contribuyente siempre hará lo que la ley le permita a fin de minimizar sus impuestos. No es más que la
naturaleza humana. Un impuesto progresivo no puede ser algo que se
subdivida con facilidad. El resultado fue que la venta al público se sumió en
el caos. En los supermercados los clientes ya no compraban tres bolsas grandes
de comida y aceptaban pagar un 6, un 6,8 y un 8,5 por ciento respectivamente
por aquellas partes de su compra que superaban los 5$, los 20$ y los 42,01$;
ahora estaban motivados para estructurar su compra de alimentos en forma de
numerosas compras por separado de 4’99$. Así pues, de pronto todo el mundo
entraba en la tienda y hacía una compra de menos de 5$, a continuación se iba
al coche, metía la bolsita y volvía a entrar para hacer otra compra de menos de
5$, y llevársela al coche, y vuelta a empezar.
Las colas para pagar en el supermercado empezaban a llegar hasta el fondo mismo
de la tienda. En las gasolineras los conductores se veían obligados a esperar a
que la gente que tenían delante intentara poner 4’99$ de gasolina, entrar corriendo
a pagar, volver a salir, poner el surtidor a cero, meter otros 4’99$ y vuelta a
empezar. Los bancos vivieron una demanda enorme de billetes de un dólar y
monedas. Lo peor vino cuando los negocios emprendedores vieron una nueva
oportunidad y empezaron a usar el eslogan “¡Subdividible!” como incentivo a las
ventas. Incluyendo, por ejemplo, a los vendedores de coches usados que estaban
dispuestos a venderte un coche en forma de aglomeración de pequeñas
transacciones separadas correspondientes a un parachoques delantero, la bobina
de un alternador… De manera que la compra quedara estructurada en forma de
miles de transacciones individuales de 4’99$. Técnicamente era legal (…); pero
creo que fue también cuando los agentes inmobiliarios adoptaron la práctica de
subdividir cuando las cosas se hundieron de verdad. Los sistemas de
procesamiento de datos empezaban a fallar; el impuesto progresivo sobre las
ventas produjo un auténtico tsunami de datos de ventas subdivididas y ahogó la
tecnología existente. La medida fue revocada en menos de cuatro meses. Aquel
periodo había supuesto un desastre absoluto para el comercio al por menor; la
temporada de compras de Navidad de 1977 fue una pesadilla que todavía hoy,
tantos años después, la gente sigue comentando.
Mmm… Esta historia me hizo recordar cierta situación
actual con ciertas medidas actuales… Vale, las frases subrayadas son una
perogrullada pero, a veces, falta tanto sentido común que no está demás
remarcar algunas ideas obvias. Se han usado 717 palabras. El protagonista del
capítulo 22 estaría orgulloso.
(CONTINUARÁ)
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